lunes, 18 de junio de 2012

EL GRAN DÍA


Me resulta extraño encontrarme un domingo en la mañana, a las once y media, en casa. Hoy no he salido en bici, y no ha sido por mí, que estoy más fresco que una rosa, sino por darle un descanso a mi 29er, que ayer se lo ganó. ¡Qué día de bicicleta! Es ahora, según pasan las horas, cuando empiezo a valorar lo que realmente sucedió ayer.

Recuerdo la primera salida con mi primera bici de montaña. Hace 21 años. Por el Camino de Sax, desde el campo de mis padres hasta que acababa el asfalto, parando para encenderme un fortuna a la sombra de un almendro, y volver. Toda una hazaña para alguien que no había levantado los dos pies del suelo a la vez desde que iba al instituto.
Al final del Camino de los Aragoneses, a mano izquierda, hay una hermosa encina. Cada vez que paso, no pocas veces como sabéis, recuerdo que allí, más o menos a mitad de ruta, paraba a almorzar con mi antiguo socio y eterno amigo Antonio Martínez.
Y cómo no recordar aquellos primeros años noventa con Pepe del Ramo, sin más referencias que los mapas del ejército y su intuición de pastor, buscando y encontrando varias sendas de las que ayer pudimos disfrutar. No se imagina Pepe lo que nos habría gustado poder disfrutar el sábado de su compañía.

La vuelta al término municipal en bici era una idea que flotaba tiempo entre algunos de nosotros. Cuando Andrés publicó la etapa en el calendario de salidas del Blog, Juanmi y yo sacamos a la luz nuestros respectivos borradores para la ruta. De la puesta en común, el diálogo y las comprobaciones sobre el terreno en las últimas seis semanas ha resultado el trazado de la I Vuelta al Término de Yecla en BTT. Para mí, no ha tenido desperdicio ninguno.
Quien no lleve en la sangre el veneno de la bici no le puede encontrar el sentido a lo que hice el sábado. El viernes ultimé la estrategia con el Presi en La Prensa, llegando a la conclusión de que un par de cañas más nos harían dormir bien y nos hidratarían mejor. Pero dormí poco; a las tres me desperté y ya no di tiempo a que el despertador sonase. Mejor, que no son horas de hacer ruido un sábado. Desayuné como un legionario: ensaladilla rusa y gazpacho, nada de muesli, ni tostadas ni otras mariconadas. Tuve tiempo para todo. Hasta hice un mapa para que las chicas del avituallamiento no se perdiesen. A menos diez estaba ayudando al tesorero con la recaudación que fue muy rápida gracias a la colaboración de los participantes. Sólo uno olvidó la pasta. Desde aquí te lo recuerdo: nos debes 5 euros. A las 6:15 un tren de ilusión y dudas con 48 unidades circulaba por la Vía Verde del Chicharra camino de una gran ruta. A la gran mayoría nos esperaba una jornada mucho más larga que ninguna otra de las realizadas. Un reto personal.

Llegados a las inmediaciones de la Casa del Loro tomamos a la izquierda el camino, en el que veremos los primeros rayos de sol, y que nos llevará hasta el collado de la dividilla y los altos de Caudete, para cruzar la carretera por el Sombrerero. Al poco rato estábamos disfrutando de las dos primeras sendas del día que nos dejarían junto a la Casa de Doña Elena, que todavía no se había levantado, por lo que no salió a recibirnos. Un breve tránsito por pistas para enlazar la tercera senda; el collado del Serral, subida y bajada que provocó el primer estirón serio del pelotón, que ralentiza la marcha hasta el reagrupamiento de la mayoría. Entre tanto, unas trampas de grava en el camino obligan a subir de pulsaciones por segunda vez en el día.

Hemos llegado a buena hora. Se nos unen Manolo, Dani y Medina y empezamos la subida de la Casica Palabra (los perros). Se tensa la cuerda. Algunas de las liebres son de las que ven ropa tendida y esprintan por si dan algo. Los gavilanes y el CCY enseñan el capote y el resto embiste con furia, disgregando el pelotón que se reagrupa, en parte, al llegar a los Rincones de la Fuente del Pinar. Por culpa de un palo Martín dobla el cambio; la primera avería seria y, sin más remedio, decepcionado por su mala suerte, se retira rumbo a Yecla. ¡Qué se le va a hacer!.

Despedimos a Martín, cruzamos el primer bancal del día, y al rato llegamos a la Casa Almendros (el inglés, que no es lo mismo que el ingles). Por Tobarrillas hasta el segundo y último bancal para cruzar la carretera de Almansa y enfilar hacia los molinos de Tobarrilla la Baja por el camino que se convierte en senda, la cuarta, hasta llegar a la pista del alto. Primer calentón serio del día, pues la subida, sin ser larga, requiere técnica y fuerza para aguantar encima de la bici.


Disfrutamos las vistas desde lo alto. Los que van primeros se pasan la bajada, que inicio por delante de un grupo que de inmediato me sobrepasa bajando “a fuego” por un peligroso tramo de pista pedregosa, suelta, empinada y llena de regueros, que, por suerte, solo se cobró una rueda, la de Juanmi. Salimos de Tobarrillas, pasamos por lo que fue Marisparza, la Colorá, los Hitos y el Pocico de la Buitrera. Y en un rugir de tripas llegamos al primer avituallamiento donde José Miguel, Paco Juanfran y Romero nos habían organizado la comida que más a gusto íbamos a disfrutar ese día. Al poco llegan un grupo y otro. Todos, salvo Martín, pensaba yo, pasamos por el Arabí. Se comenta lo entretenida que estaba resultando la ruta, que algunos esperaban más monótona y pistera.



Salimos del Arabí y antes de la Rambla del Moteruelo, quinta senda del día, José Pascual pincha. Fran, Alberto y Gabi se quedan a echarle una mano y el resto seguimos. Por la Hoya Muñoz, Casa Serrano con su Molineta, Lomas de Las Gateras, Espernalas y El Pozancón recorremos un tramo en gran parte desconocido para la mayoría que aun siendo caminos, resultó interesante.
Y en esto que llegamos a la primera subida exigente del día: Los Gavilanes, que me tomo con mucha calma, pues queda mucho por delante. Alberto y Gabi me pasan como dos liebres-pro, que lo son. Bajamos por la sexta senda y más abajo, en un recodo nos reagrupamos a la sombra, que la dura subida y la bajada técnica habían desgranado por completo la panocha.

Pasamos la Hoya Torres, cruzamos la traviesa y vamos acercándonos a la séptima senda, subida del Cerro de los Condenados. Aquí el calor y la pendiente empiezan a pasar factura, pero el grupo se estira y reúne para cruzar la carretera de Jumilla. Rumbo ahora a la senda que voltea la Sierra del Buey cerca de la Umbría de la Pava, octava de la jornada y, con una bajada muy áspera en la que tan peligroso era quedarse parado como perder el control. Y llegando abajo oigo a Martín y a Fran que habían llegado por detrás. No me lo podía creer. Me cuentan su hazaña. Martín, con el cambio doblado, bajó a Yecla, fue al taller y lo reparó. Su padre lo subió en coche hasta el Arabí, saliendo del avituallamiento con bastante  retraso respecto a nosotros. Alcanzó a Fran y juntos estuvieron 33 kilómetros dándose relevos, a saco, hasta alcanzarnos. Todos sabemos de la fuerza de voluntad y el pundonor de Martín, que, si se propone algo, lo cumple. Y el sábado, por si alguien tenía la menor duda, lo volvió a demostrar. Sois dos fenómenos.



A la una y veinte llegamos al avituallamiento de la Casa de Palao, a cuyos vecinos agradecemos su colaboración. Un oasis en medio del secano, desde el que se divisaba la travesía que nos esperaba antes de llegar a Raspay. Salgo retrasado con Juanma que se vuelve a por sus guantes olvidados. Y ya no llego a conectar con el grupo. El parón le ha sentado mal a mis piernas que empiezan a amagar calambres. Decido no parar en al pozo a refrescarme y adentrarme cuanto antes en las sombras del  Carche huyendo del sol, implacable a esas horas. Pero rondando las doce (hora solar) y en estas fechas el sol caía “a capón” sobre la ancha pista y no fue hasta pasar la verja verde que me pude resguardar algunos instantes bajo los pinos. El calor era asfixiante, y ya con cien kilómetros las piernas pedían tregua. Pero había conseguido mantener un ritmo y un pedaleo suave y redondo que me llevó hasta Raspay en compañía de Antonio Puche. Eso sí, acordándome en cada repecho del que dijo que “llegados al camino de Pisana, ya es todo bajada hasta Raspay”. Después caí en la cuenta de que lo había dicho yo, pero el calor nublaba mi mente.

A las tres y cuarto, en el reloj de la iglesia, llego a Raspay. Me despojo de todo el equipo y me apunto al botellón de litronas que se había organizado. Habíamos superado lo peor. Nos refugiamos a la sombra de los soportales junto a la iglesia y me siento en el suelo. Tremendo error. Y el caso es que lo sabía, pero no había sillas. Mis muslos se agarrotan alternativamente bajo tremendos y dolorosos calambres. Por más que me revuelco no encuentro la forma de ponerme de pie. Al final, con la ayuda de dos compañeros recupero la vertical y consigo andar y estirarme, superando el mal rato. Por momentos veía que tenía que abandonar, pero pude seguir.

A las cuatro y veinte llegan los verdaderos héroes del día: el grupo de Francis, Manolo, Simón, Miguel y compañía. También Avelino, el benjamín del grupo que ha resistido el agotador tramo bajo el sol por el Carche. Ése es el auténtico espíritu de Las Liebres.


Reanudamos la marcha hacia la Sierra de Salinas. Pasamos la novena y última senda de la jornada, corto tramo en un fresco barranco que resultó muy agradable. A continuación los toboganes que recorren la falda  que resisto como puedo, controlando los calambres.
Llegados al Aula de la Naturaleza veo un montón de gente y a mis compañeros que me hacen aspavientos para que no pasase de largo. Creía que era un campamento, pero era el final de una comilona en toda regla a la sombra de los pinos. ¡Y quedaban bebidas frescas! Que Tomás, el del Pub TJ, reponía sin cesar. Me tomé un bote de cerveza en dos tragos y me supo a gloria. Para la próxima edición, ya sabemos a quién hay que encargarle el catering. Supe después que, por suerte, todavía quedaron cervezas para el grupo de Francis.
Dejamos la Sierra de Salinas y en El Portichuelo tomamos asfalto. Se agradeció el tramo por las Casas de La Alberca, Carrascalejo, Bronquina, y Argandoña, para tomar de nuevo camino a la Casa del Cónsul. Divisando ya la última ascensión del día, Las Cabezuelas, que en circunstancias normales no son nada, pero que mis piernas ya no resistieron, teniendo que elegir entre dolorosos calambres o echar pie a tierra.
Y llego por fin a las inmediaciones de la Casa Plaza donde me espera la tropa. Retomamos la Vía Verde, para alivio de José Ramón Ortín, que ya estaba resignado a volver al subir La Dividilla. Los últimos 10 kilómetros, con viento a favor, pero con un grupo delantero deseoso de llegar a casa que me vuelve a dejar atrás. Alberto me acompaña y se me hace más llevadero. Una pequeña rampa al llegar al polígono me regala el último calambre, que alivio echando pie a tierra. Los de delante han desaparecido, salimos a la carretera y a las 18:45, tras DOCE HORAS Y MEDIA  encima de la bici, de las que, para mí, nueve y media fueron de pedaleo efectivo, llegamos al punto de partida.
Pero cuál fue nuestra decepción al no ver a nadie. No nos esperaba ni la guardia civil. Y habíamos quedado en tomar unas cervezas en una terraza. Suena el móvil. Mi sobrino Javi que pregunta dónde estoy, que nos estaban esperando. Tomando cañas, contesté, y así acabamos, eufóricos, satisfechos, orgullosos, contentos y yo, con calambres. Llegando los compañeros se sucedían los apretones de manos, las felicitaciones, los abrazos. Leo un mensaje de Diego, quien a las dos y media, con el calor de Murcia, se acordó de lo que estábamos pasando. Sufrimiento gozoso en grado superlativo. Ha sido un grandísimo día. Hemos sabido sufrir y disfrutar de la ruta, desde el primero hasta el último. La mayoría esperaba una ruta pistera y rodadora. Creo incluso que algunos no participaron por este motivo, pensando que se iban a aburrir. Pero a todos, la ruta nos ha aportado mucho más de lo que esperábamos. La compañía ha sido insuperable y el recorrido resultó del agrado general. Acertado en su totalidad, sin ninguna encerrona. Alternando hasta la hora de la comida tramos de sendas y enlaces por pistas y caminos que nunca llegaban a hacerse pesados. Con una segunda parte más relajada. A todo esto se une la satisfacción de saber que al poco rato llegaron Francis, Manolo y compañía cuya cara se satisfacción estoy deseando ver.
Enhorabuena a todos. Gracias a José Miguel que ha hecho estas fotos. Perdón por el peñazo, y nos vemos en la próxima.

Datos de mi cuentakilómetros:
Distancia total: 152 kilómetros.
Ascensión acumulada: 2.200 metros.
Tiempo total: 12h30’
Tiempo en movimiento: 9h30’.
HRMed 147.
HRMax 182.


5 comentarios :

Anónimo dijo...

Podeis poner el track??

ANDY dijo...

Amena, divertida y detallada crónica. Estos días colgaré en el blog de rutas la descripción y los datos prácticos de la ruta (incluyendo el track de la misma).

Francis dijo...

Leerlo ha sido volverlo a vivir.

Liebre Valiente dijo...

Como siempre magnifica crónica,y sin más como dice Francis: leerla ha sido como volver ha hacerla.
Y otra vez gracias.

FRAN dijo...

Recorrido y organización excelentes. Sin duda el punto de dureza lo puso el calor y algunas averías...
Para volverla a repetir.