A las 8:00 h, 15 liebres poníamos rumbo al Morrón, siguiendo parcialmente el track de una ruta de nuestros colegas Los Gavilanes. Confiados con la ausencia, por compras navideñas, del Tío del Mazo, empezamos a pedalear por la ctra de Villena y nos desviamos, no sin ciertas dificultades, por el camino de la Dividilla y camino del Salero, pasamos junto a las casas del Rey y de Matías y nos dirigimos hacia la vereda Real del Campo y cañada Real de Almansa al collado de Salinas. Cruzamos la carretera CV-809 y la autovía A-31 y nos enfilamos hacia una agradable pista de ascenso, entre pinos, paralela al barranco del Sochantre.
Foto cortesía del "Tío del Mazo"
Una liebre rompe (literalmente) el cambio. Una vez reparado, y ante la imposibilidad de continuar la ruta con una "única velocidad", cuatro liebres retoman el camino de ida y regresan a Yecla. El resto continuamos. La pista acaba y se convierte en senda, con algún tramo de empujing, hasta que alcanzamos una zona amesetada. Después de varios despistes, continuamos el track por un camino roto. En un bucle del recorrido, algunas liebres ávidas de cuestas proponen seguir, de frente, por una pista frente a nosotros. Después de una dura y prolongada subida alcanzamos el vértice geodésico de El Águila (983 m).
Ante el frío viento, decidimos perder algo de altura antes de desayunar. Después de una emboscada por un camino sin salida, seguimos el descenso por la pista principal, paralela al barranco del Ramblaret, hasta el camino de las Fuentes y aparecer en Cañada. Enlazamos con una senda por la sierra de San Cristobal. Largo (aprox 6,0 km), duro y técnico sendero, fundamentalmente de ascenso, aunque con continuos sube-baja, que discurre por la cresta cimera de la sierra, totalmente ciclable, salvo un insalvable tramo de empujing (al que hay que añadir otro corto tramo, excepto para algunas liebres-pro), hasta que llegamos, después de un severo castigo, a un collado próximo a las antenas de la Sierra de la Villa.
El grupo en el vértice geodésico de El Águila. |
Ante la hora (12:40 h), y las escasas fuerzas, tomamos la decisión de dejarnos caer hacia Villena, por una senda corta, aunque con más tramos no ciclabes de lo deseado, cruzar la autovía y callejear hasta alcanzar el inicio de la vía verde. Para otra ocasión, convendrá retroceder por la pista de acceso a las antenas hasta llegar al polideportivo.
Reagrupamiento de liebres y comenzamos, ya con las fuerzas justas y los depósitos en reserva, el regreso por la vía verde. Al pasar junto al apeadero de Las Virtudes me parece ver al Tío del Mazo que, habida cuenta la hora, debe haber finalizado las compras navideñas. Me callo, para no mermar la moral del pelotón de liebres, y continuamos, en dos grupos, hacia Yecla. Algunos de los componentes del segundo grupo, atacados sin piedad por el Tío del Mazo, tienen que repartir dos raquíticas barritas de cereales para cinco liebres. Mientras tanto, el grupo de cabeza, sin contacto visual/sonoro con el perseguidor, derrocha esfuerzos sin conocer las penurias del pelotón de cola. Esperamos en la entrada de Yecla, rotonda del cespín, hasta el reagrupamiento de liebres. A las 14:30 horas, hora record de llegada hasta la fecha, y después de 05:15 horas de pedaleo, volvemos a nuestras madrigueras. Bufff... Otra vez me he librado, por los pelos, del Tío del Mazo.
Track (depurado):
http://dl.dropbox.com/u/22791898/BTT/EL%20MORR%C3%93N.gdbDatos GPS:
Distancia: 76,0 km (track depurado) / 78,7 Km (ruta realizada)
Desnivel acumulado: 1.590 m Altura máxima: 983 m
Tiempo en mov: 05:15 h Velocidad media (mov): 14,9 K/h
IBP: 116
Observaciones: Dificultad física Alta/ Dificultad técnica Media-Alta. Ciclabilidad: 95 %
2 comentarios :
Aunque una bienintencionada liebre nos informó de que el Tío del Mazo no iba a acompañarnos en la mañana del sábado, porque tenía que comprar unas trébedes, cuando comprobamos que Eolo (Señor de los vientos según los antiguos griegos), era el que nos iba a “alegrar” la mañana a las sufridas liebres que partimos hacia el Morrón de Villena, ya sospechamos de que el temido Tío podría aparecer en cualquier momento para saludarnos como él acostumbra, como así nos cuentan que sucedió finalmente. Afortunadamente nosotros cuatro no lo vimos, aunque no por ello la vuelta fue cómoda, tal como ha dicho Francis, porque al viento se sumó la manía de la cadenita averiada de escalar piñones y bloquear la rueda.
Es que siempre nos pasa lo mismo, Andrés, que nos puede el corazón más que la cabeza. Pero la kilometrada de ida y vuelta tuvo su recompensa. La Sierra de San Cristóbla fue espectacular. Juan Ramón.
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