sábado, 30 de noviembre de 2013

Vuelta al Puig Campana 2013: tres liebres al límite.

Hoy sábado, la jornada mensual de turismo en BTT ha sido de las que recordaremos durante mucho
tiempo. Yo diría que siempre. 
Sobre el papel, una ruta de treinta y pocos kilómetros parecía no compensar los 250 de coche para ir y venir. Pero el terreno cunde mucho menos que la simulación en el ordenador y hemos necesitado casi siete horas para completar el recorrido. Puede que a causa de los 150 años que sumamos entre los tres participantes. Pero la dificultad del recorrido, con numerosos tramos no ciclables, y el espectacular paisaje que te envuelve, son la excusa perfecta para tomar la jornada con calma, saboreando las vistas, las sendas, las paredes verticales. El Puig Campana aúna el contraste entre la cara que mira el mar, arrasada por los incendios y acosada por el "desarrollo" con la cara que mira al interior: Un mundo de una belleza sorprendente, inimaginable, más tan bien conservado, tan cerca de la ciudad con más rascacielos de  Europa, que, visto de lejos, resultan lo menos molesto de la obra del hombre en ese privilegio de Mar y Tierra que es la costa alicantina.
La convocatoria levantó muy poca expectación entre las liebres, con lo que bastó un vehículo para transportarnos a los tres, Andrés, Miguel Lucas y yo, desde la gélida madrugada yeclana (-3 a las 6:30) hasta las templadas tierras entre Polop y La Nucía (+5 a las 8:00).
Evitando enlaces por carretera, iniciamos la ruta al mismo pie del monte atravesando una de las urbanizaciones, hoy fantasmas, que han asolado el paraje explotando en beneficio de unos pocos el patrimonio natural que, digan lo que digan los registradores, es de todos. Y ahora más que nunca, tras la adquisición de las urbanizaciones inacabadas por la banca que pagamos con los impuestos de todos. Pese a ser nuestras tierras, hemos tenido que franquear dos vallas al inicio de la ruta para llegar al primer sendero del día que, bordeando un profundo barranco, discurre paralelo a la pista de ascenso hacia el Coll del Pouet (collado del pocico), la que después hemos recorrido para dejarla por otras sendas, ahora en bajada, camino del mar, a lo lejos. Seguimos enlazando senderos y tramos de pista hasta llegar a la Font del Molí (Fuente del Molino) para reponer allí, tras 14 km, fuerzas y líquidos.
Iniciamos aquí el ascenso, ahora sí, al Coll del Pouet por el recorrido senderista que en más la mitad de su longitud, se deja remontar en bici aunque con gran esfuerzo y desgaste. Sin prisa y sin pausa atravesamos el pinar quemado del que ya brotan los pimpollos que reemplazarán los troncos calcinados. A nuestra izquierda se muestran amplias vistas del valle, con la imponente mole del Puig Campana a la derecha.

 Al final alcanzamos el collado y nos disponemos a recorrer una senda entre encinas y coscojas, removida por los jabalís entre las cerradas curvas, con final en el fondo del valle norte. Concentrados en la bajada no nos hemos percatado. Pero al levantar la vista encontramos un paisaje sobrecogedor. Las afiladas crestas de Els Castellets  y el escondido valle no se pueden describir con palabras. Imponentes moles y aristas rocosas presiden el recorrido pistero más atractivo que nunca haya realizado. Bien sabían dónde se establecían los monjes budistas que habitan el denso barranco que queda a nuestra derecha mientra remontamos, en dura ascensión, la pista que se dirige al collado del Ponoig.
Dejamos la pista por una atractiva senda que completa la ascensión al collado. La nieve caída esta semana dejó zonas muy caladas convertidas en trampas de barro que en escasos metros nos obligan, por prudencia, a parar y limpiar las ruedas para no arriesgarnos a una seria avería, como la rotura del cambio, que nos arruinase la estupenda mañana que estábamos disfrutando.
El sendero se vuelve ahora imposible y la travesía a pie se hace especialmente dura al tener que empujar las bicis. Salimos del paso de afiladas rocas y llegamos al Mas de la Carrasca, donde iniciamos a izquierda otra dura y técnica travesía con tramos difíciles y peligrosos que recorre la media ladera con unas increíbles vistas de las que disfrutamos gracias a los obligados tramos a pie que salpican el recorrido.
Y así llegamos a la boca del último barranco del día, en cuyo final, setecientos metros más abajo, se ve la Nucía, y al fondo Altea, Calpe y el peñón de Ifach, empequeñecido desde la altura y la distancia. Un interminable zig zag, rocoso y peligroso al inicio, pero que se va dejando conquistar según perdemos altura, constituye la traca final de esta increíble ruta. Las paredes rocosas del Sanxet presiden por la izaquierda la impresionante bajada. Miguel y Andrés aprovechan las paradas para recordar pasadas hazañas por esas paredes. Finalmente, siendo casi las tres, llegamos de nuevo esa in-civilización, urbanismo feroz, en la que habíamos dejado el coche seis horas y media antes.

Semejante rutón, paisaje, clima y compañía merecían un final que no desmereciera. Y lo encontramos en el bar del polideportivo del pueblo. Un delicioso arroz a banda para tres nos sirvió para reponer las fuerzas, muchas, gastadas. Pasadas las cuatro, satisfechos estómago y espíritu, subimos al coche para volver a casa con las últimas luces del día. Uno de los días más especiales que la bici de montaña me ha dado.
Gracias, Adrés, por la ruta y por las fotos.

Track: Aquí

2 comentarios :

MLucas dijo...

Realmente ha sido un rutón, que Juan Ramón ha descrito de maravilla.
Hay que ir mentalizado de que hay que empujar la Bici, pero por unos tramos, que lo de menos es el esfuerzo, las vistas y el ambiente que se respira hacen que sea muy llevadero.
En algunos tramos te sientes más un montañero que un ciclista.
Personalmente estoy deseando repetirla, espero que la próxima vez con más compañía, aunque en esta ocasión el ir los tres solos por un paraje tan especial y para mi bastante desconocido, creo que ha hecho que fuese una experiencia todavía más especial.
Gracias por vuestra compañía y gracias Andrés de nuevo por darme ese empujón que a veces hace falta para embarcarse en estas pequeñas aventuras.

ANDY dijo...

Excelente crónica y excelentes reflexiones sobre lo civilizado e in-civilizado del desarrollo urbanístico de la costa alicantina.

La visión de todas estas urbanizaciones fantasmas nos recuerda que los atentados urbanísticos de la costa no se acabaron en los booms inmobiliarios de los años 60-70 (percepción que parecía pervivir en la conciencia colectiva hasta hace unos años) sino que han llegado, amplificados y enmascarados en planes urbanísticos, amparados en sus correspondientes estudios de impacto ambiental, hasta fechas muy recientes.

Esta ruta (o el bici-trekking que diría Alex 50 km) muestra, como bien ha descrito Juan Ramón, el contraste entre el "lado visible" y el "lado oculto" de las estribaciones meridionales del macizo de Aitana. Lado o valle oculto que aunque parcialmente conocido de escaladas en Sella o Wild Side nunca había tenido oportunidad de recorrer en bicicleta. Sencillamente una gozada. Por cierto, nos quedamos sin saber donde estaba la fuente de El Sanxet.

Los tramos de bici-trekking, siempre molestos, aunque sin llegar a agobiar, han merecido la pena. Parece mentira el recorrido que hemos podido hacer con (o junto) a nuestras bicicletas y las sensaciones que hemos podido experimentar rodeados de paisajes de impresión. Un auténtico 10.

La compañía ideal, un reducido número de irreductibles liebres veteranas, nos ha permitido llevar un ritmo pausado pero constante. Tampoco es una ruta para grupos muy numerosos, ni para ir estresados o preocupados por el reloj.

Las gracias hay que darlas a Rubén, Jordi y demás componentes de la sección BTT del Centro Excursionista de Alcoy que llevan años "rodando" su pasión (y atrevimiento) por la bicicleta y la montaña por todos los rincones de su geografía y que, por medio de internet, comparten con el resto de la comunidad biker. Gracias a ellos hemos podido descubrir y recorrer, pese a nuestras carencias mecánicas y técnicas, impresionantes rutas, desde hace unos años.
Yo, y el resto del departamento I+D del club, solo buscamos, combinamos e imaginamos rutas sobre el papel (o sobre la pantalla de un ordenador), que pensamos puedan ilusionar al resto de liebres tanto como a nosotros mismos durante el momento de su planificación y posterior realización. Ahora bien, las pilas no va a durar siempre.

El arroz a banda de impresión. Todo un acierto. Un digno final a un verdadero rutón de bicicleta y montaña o ciclomontañismo.