sábado, 1 de marzo de 2014

El Alto de Don Pedro y otras cuestas.

Pese a las advertencias de los augures climatológicos que pueblan Internet y sin temor a un cielo amenazando derrumbarse sobre nuestras cabezas, Los Liebres hemos salido esta mañana por el Camino de Sax en dirección a los confines de nuestra aldea. Una marcha tranquila ha permitido la conversación distendida, los saludos y los planes para el futuro próximo hasta la llegada a Salinas, con el paréntesis del corto ascenso al Puerto de La Harina, nada más entrar en la Comunidad Valenciana.
Veintinueve kilómetros, en su mayoría asfalto, son el peaje que se paga para acercarse al pie del monte conocido por el Alto de Don Pedro. En esta edición de la ruta pensamos que estaría bien aprovechar mejor el viaje y recorrer con más detalle la zona. Así, según bordeamos Salinas por el norte, buscamos el camino que se dirige al collado del Cabezo de Águila, uno de los que acompañan la solana de la Sierra de Salinas. Una pista que se va endureciendo según sube en un agradable recorrido entre pinos al abrigo del viento por la inmensidad de la Sierra.

 Aprovechamos el reagrupamiento para tomar algo sólido y tomamos a mano derecha un camino del monte roto y abandonado, a tramos solo una senda, fácil, agradable y divertido en plena Naturaleza.

El camino sigue en senda que no recorremos porque no tiene más salida que saltar un par de vallados accesibles. Teniendo más tiempo por delante, es del todo recomendable continuar este antiguo recorrido por la sierra que hoy interrumpen cercados "cinegéticos" de dudosa legalidad.


Abandonamos la Sierra siguiendo la estela de Marcos que baja a todo trapo con una seguridad envidiable. Un breve tramo de asfalto entre las Casas de la Fontana Alta y Baja nos lleva a la Rambla de Garrincho. Casi dos kilómetros de agradable descubrimiento. El principio, una senda que cambia constantemente de orilla y al final un lecho de grava totalmente ciclable gracias a que un alma caritativa limpió los salicornios el pasado domingo.
Tras este aperitivo enfilamos, definitivamente, la subida al Alto de Don Pedro. Una pista amplia, bastante erosionada a tramos, con tramos rectos bastante tendidos y curvas muy empinadas. Posiblemente sigue el trazado de una antigua senda de herradura que, muy ensanchada, provoca esos duros repechos. Tras el tramo más empinado acaba el camino y se inica una magnífica senda ingenieril que va ganando altura con calma, entre coscojas y pinos, hasta que no queda más remedio que tirar para arriba en serio buscando el pequeño collado del alto, tanto que ya no hay quien se aguante sobre la bici. Dejando una hita de piedras se llega por la izquierda al vertice geodésico, donde nos abrigamo, almorzamos y nos retratamos.

La bajada, por la cara este, es otro zigzagueante sendero con cerradas curvas. Llegados abajo, en la pista había división de opiniones: a unos se nos amontonaba la faena en las curvas a derechas, al punto de no poder tomarlas, y a otros les pasaba lo mismo pero con las de izquierdas. Cosas que tiene la naturaleza humana y que nada tienen que ver con tendencias políticas.
Empieza ahora ya, llegado el ecuador de la ruta, el camino de vuelta. Aunque la pista cerrada al tráfico da mucha seguridad, a la primera que hemos visto una senda, la hemos tomado. A mano derecha. Una variante del camino en subida que pone a hervir la sangre y unos dígitos en el pulsómetro que en el coche nos costarían todos los puntos del carné. De nuevo una bajada rápida por pista y llegamos a la Cañada de Don Ciro. Nada más acabar las casas sale un camino interesante hasta las casas del Hospital, ya en Pinoso, sin tocar asfalto. El viento empieza a ser patente. En campo abierto no hay escapatoria y buscamos la protección del grupo a paso tranquilo, lo que nos permite descubrir más Cucos de Lel desperdigados aquí y allá. Resulta sorprendente la extraordinaria abundancia de estas construcciones por aquella zona. ¿Será porque no pagan contribución?
Pronto llegamos a las lomas de La Centenera para encontrar el refugio en sus suaves subidas por caminos de losas entre pinares. Un par de tramos de divertidas sendas y salimos por la pista en dirección a Lel, que dejamos a derecha. A pesar del castigo que a esa altura ya llevaban nuestra piernas, no dudamos en dirigirnos hacia el Puntal de la Cueva, de nuevo en la Sierra de Salinas, por la Vereda de la Cueva, que, a la vez que sube, se desdibuja en el terreno terminando en rodada entre los últimos almendros pegados a la Sierra, verdaderos protagonistas de la mañana con el color y el olor de sus flores abiertas.

La falda de la Sierra de Salinas, desde el Puntal de la Cueva hasta el Portichuelo, es la mejor definición de un trazado rompepiernas. Las continuas subidas y bajadas han liquidado a más de uno. Así que cuando salimos por última vez de la protección del monte, se han echado en falta más fuerzas para combatir al viento que ahora sí, había arreciado y nos golpeaba con furia.
Hasta el cruce de La Balsa, un camino paralelo al asfalto que aparecía y se perdía ha servido para buscar el abrigo del terraplén de la propia carretera. Estas cosas son las que se aprenden de un gato experto como el amigo Pepe del Ramo. Llegados a la vía de servicio la única protección ha sido Paco Díaz que ha sido la punta de lanza cuya rueda y generosidad nos ha traído a Yecla completando 87 kilómetros y 1350 metros de desnivel en cinco horas de pedaleo efectivo. Para terminar, y rindiéndonos a la evidencia de que hiciésemos lo que hiciésemos íbamos a llegar tarde a casa, hemos dado cuenta de varios cubos de quintos que hoy más que nunca, de verdad de verdad, nos los habíamos ganado.
Aquí, el track, con la vuelta por el Camino de Abanilla.

3 comentarios :

Juanmi dijo...

Bonita crónica, muy descriptiva y amena. También se agradecen las fotos, que muchas veces en nuestras salidas por el pueblo pecamos de poco apoyo gráfico.

Ay!! ese alma caritativa que se recorre las rutas previamente y en solitario para hacer más agradable el pasar del resto de las bicis como si todo fuese ya (si es que no lo es así) territorio conquistado.

El viento merece un capítulo aparte. Hasta cuando estará eolo machacándonos día tras día, sábado tras sábado. Que ganas de que lleguen junio y sus calores!!

Jose Pascual dijo...

Muy buena cronica Juanra!! Por momento pensaba que estaba entre vosotros pedaleando, que envidia sana!! Ab si se quitan estos aires un poko como dice Juanmi y me entran las ganas!! Bueno las ganas no se pierden es la pereza del arranque de nuevo, un saludo amigos

ANDY dijo...

Una ruta que, desde su primera edición y pese al peaje inicial de asfalto, me viene gustando cada vez que la hago.

Si a los agradables senderos (de subida y bajada) del Alto de Don Pedro, le sumamos, como ha sido el caso, nuevos senderos y algún que otro rodeo y recoveco, el resultado es llegar a casa con las piernas "a punto", sonriente y satisfecho, después de una intensa jornada de pedales, amenizada con las bromas, risas y compañía del grupo de liebres.

¡Otro buen día de bicicleta!