Y qué hartá
de reír. Y de comer, y de rugir las tripas viendo pasar los bocatas de los
demás.
Parece mentira que en tan pocos kilómetros se
pueda hacer tanto hambre. Salimos un montón de la Fuente de los Leones y todavía
se nos agregaron los más rezagados antes de llegar al Camino de Sax, que
recorrimos hasta la frontera con Villena. Pasamos por Magán y en el Estrecho
Pipa, quienes nos vamos a quedar sin playa este verano, cargamos arena. Pepe
Sánchez también recogió algún clavo. Hay que aprovecharlo todo.
Rehecho el grupo en el apeadero de la Casa
Buendía, de la que fue labrador unos años mi abuelo, pronto llegamos a Las
Virtudes donde nos esperaban las liebres convalecientes y nuestro amigo El Mago
había preparado mesas y sillas para todos.
Dejamos las bicis contra la tapia, que blanca quedó
al sentir que se le apoyaban tantos miles de euros, y manos a la obra. La noche
era fresca y el viento suave, pero las litronas se evaporaban nada más desenroscar
los tapones y aceitunas y patatas fritas abandonaban los platos como llevadas
por un huracán. Pero no, no eran las fuerzas de la atmósfera la causa, sino el
hambre y la sed de las Liebres-Termitas que dejamos el pabellón muy alto, una
vez más y sin causa justificada, terminando con todas las cervezas, el pan, los
calamares, el tocino (al que en Villena llaman beicon y cortan tan fino como el
salchichón), el carro del helado y el mueble bar. El Mago, reaccionó a tiempo y
antes de que agotásemos todas las existencias y alguno intentara comerse algún cliente de la mesa de alado, hizo su aparición triunfal, con frac y chistera, sonrisa
enigmática y mirada penetrante.
El repertorio fue tan ameno como siempre. Renovado
en algunos momentos y brillante. El público, entregado y boquiabierto, disfrutó
de la velada aún más que de la comida, aunque alguno no se dejó convencer. Otra
vez, quien sepa el truco, que siga el rollo; no es más que un juego de manos.
Hasta que nos echaron, como a la visita de las dos
alegrías: la de cuando viene y la de cuando se va. Nos hicimos la foto para el
recuento, en la escalinata de siempre y volvimos, más o menos, por la vía del
Chicharra. Eso sí, amenizados por la actuación de Óscar que, como él mismo
dice, no se cae de la bici, sino que se tira al suelo con mucho estilo.
No sé a qué hora llegamos al pueblo. Ya sabéis que
cuando subo en la bici me quito el reloj y el mundo se me para. Pero sería la
una y media o las dos cuando nos cansamos de dar vueltas a la rotonda y, tras
comprobar que ya no venía nadie más, Leo, Miguel y yo tomamos camino a nuestras casas.
El sábado un poco más y el domingo la traca final.
Feliz verano a todos.
P.D. Fotos tomadas del facebook de Leo, Gustavo y Óscar. Gracias.
P.D. Fotos tomadas del facebook de Leo, Gustavo y Óscar. Gracias.
2 comentarios :
Sin duda chirlaque, leyendo las 4 primeras líneas ya se que es crónica hecha por ti , todo un relato que engancha a seguir leyendo .. Leo
Una crónica estupenda como de costumbre. Tu sobrino
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