sábado, 28 de julio de 2012

¡Qué noche la de aquel día!


Y qué hartá de reír. Y de comer, y de rugir las tripas viendo pasar los bocatas de los demás.
Parece mentira que en tan pocos kilómetros se pueda hacer tanto hambre. Salimos un montón de la Fuente de los Leones y todavía se nos agregaron los más rezagados antes de llegar al Camino de Sax, que recorrimos hasta la frontera con Villena. Pasamos por Magán y en el Estrecho Pipa, quienes nos vamos a quedar sin playa este verano, cargamos arena. Pepe Sánchez también recogió algún clavo. Hay que aprovecharlo todo.
Rehecho el grupo en el apeadero de la Casa Buendía, de la que fue labrador unos años mi abuelo, pronto llegamos a Las Virtudes donde nos esperaban las liebres convalecientes y nuestro amigo El Mago había preparado mesas y sillas para todos.
Dejamos las bicis contra la tapia, que blanca quedó al sentir que se le apoyaban tantos miles de euros, y manos a la obra. La noche era fresca y el viento suave, pero las litronas se evaporaban nada más desenroscar los tapones y aceitunas y patatas fritas abandonaban los platos como llevadas por un huracán. Pero no, no eran las fuerzas de la atmósfera la causa, sino el hambre y la sed de las Liebres-Termitas que dejamos el pabellón muy alto, una vez más y sin causa justificada, terminando con todas las cervezas, el pan, los calamares, el tocino (al que en Villena llaman beicon y cortan tan fino como el salchichón), el carro del helado y el mueble bar. El Mago, reaccionó a tiempo y antes de que agotásemos todas las existencias y alguno intentara comerse algún cliente de la mesa de alado, hizo su aparición triunfal, con frac y chistera, sonrisa enigmática y mirada penetrante.
El repertorio fue tan ameno como siempre. Renovado en algunos momentos y brillante. El público, entregado y boquiabierto, disfrutó de la velada aún más que de la comida, aunque alguno no se dejó convencer. Otra vez, quien sepa el truco, que siga el rollo; no es más que un juego de manos.
Hasta que nos echaron, como a la visita de las dos alegrías: la de cuando viene y la de cuando se va. Nos hicimos la foto para el recuento, en la escalinata de siempre y volvimos, más o menos, por la vía del Chicharra. Eso sí, amenizados por la actuación de Óscar que, como él mismo dice, no se cae de la bici, sino que se tira al suelo con mucho estilo.
No sé a qué hora llegamos al pueblo. Ya sabéis que cuando subo en la bici me quito el reloj y el mundo se me para. Pero sería la una y media o las dos cuando nos cansamos de dar vueltas a la rotonda y, tras comprobar que ya no venía nadie más, Leo, Miguel y yo tomamos camino a nuestras casas.

El sábado un poco más y el domingo la traca final.

Feliz verano a todos.

P.D. Fotos tomadas del facebook de Leo, Gustavo y Óscar. Gracias.

2 comentarios :

Anónimo dijo...

Sin duda chirlaque, leyendo las 4 primeras líneas ya se que es crónica hecha por ti , todo un relato que engancha a seguir leyendo .. Leo

Anónimo dijo...

Una crónica estupenda como de costumbre. Tu sobrino