Sin duda alguna, desde el pilón de Peñarrubia las vistas son espectaculares. Pero el precio de la entrada para subir allí no es barato. Además de sudar la gota gorda en la tremenda cuesta hay que llegar al pie de la subida. Y seguir la rueda de estos Liebres por la montaña rusa de los Bujes termina por cansar hasta al conejo de duracel. ¿A que sí, Manolo?
La ruta empieza entre la niebla espesa por el camino de la Fuente Álamo, que se abandona por la derecha para buscar la Cuesta de la Flor, unos por la pista ancha, otros por los caminos revirados. Pero al final todos nos sacudimos el frío mañanero en los mismos repechos.
Al pasar la Casa del Alto un grupo, capitaneado por Marcos, se adentra en uno de esos recorridos míticos que, inexplicablemente, siempre se quedan al margen de las rutas del Club: la Rambla de la Lobera. La de años sin pasar por allí. A la serpenteante huella del agua sigue un entretenido sube y baja entre lomas y bancales antes de incorporarnos a la ruta "oficial" en el camino de los Bujes, por donde se llega a la Fuente del Pino.
Si hasta aquí la cosa era divertida, en el Barranco del Buenaire empezaron duras cuestas otra vez. Prólogo digno de la escalada que viene después.
Acabado el barranco, se deja la pista por la punta de un bancal que pugna por adueñarse del camino. Los primeros metros empiezan hacia arriba en un preludio de lo que nos espera. El firme roto, muy roto y lleno de losas sueltas da un pequeño respiro en forma de llano pasado un rato. Pero el respiro dura poco y la pendiente vuelve a crecer progresivamente. Ya nadie habla, concentrado en no perder la huella buena en una subida al límite en la que una pedalada mal dada hace poner pie en tierra en un terreno en el que se hace difícil volver a arrancar. La subida arrecia por momentos. Ya se divisan los primeros pinos aislados por la derecha, y algunos ya piensan en pararse debajo a almorzar. Algunos metros más adelante, llega la segunda pinada. Aquí vamos casi todos andando, pero siempre hay alguna liebre que exprimiéndose al límite y alardeando de una técnica insuperable, consigue llegar arriba con dignidad, a pesar de la rampa del pino y de la rampa final que, tras un ligero "descanso" en el que la pendiente se suaviza, da paso a la cumbre donde nos esperaba parte del grupo que no siguió esta mañana a Marcos, nuestro capitán.
Tras el almuerzo, la charla, las vistas y la foto empieza la bajada por donde mismo se sube. Toca ahora esquivar las piedras sueltas y controlar la velocidad. Y repitiendo unos metros de la ida nos dirigimos a la Cingla. Su magnífica senda, a mí, me gusta en ambos sentidos por igual. Pero está claro que en subida como hoy, es una pelea continua que te va minando las fuerzas, más de lo que pueda parecer.
Siendo tiempo de caza, la ruta evita su continuación natural: las sendas de los Picarios dejan paso al camino del mismo nombre. El grupo acelera en la suave subida hasta el punto de convertirla en un calvario para los que vamos detrás. Y por una vez en la vida, y sin que sirva de precedente, disfrutamos la suave y rápida bajada del camino de las canteras en dirección a Yecla antes de iniciar la parte final de la ruta.
Estando tan cerca de la "pila del agua bendita" las liebres huelen la cerveza y se produce una desbandada general. De toda la tropa que sale en la foto, y algunos que faltan, solo seis giramos a derecha y nos mentemos a sendear por el Monte de los Algezares: el Colorao. Un entretenido y errático paseo por un laberinto del que es difícil salir sin un buen guía pero que, en un rato, conseguimos desenredar.
Para terminar, nos dirigimos a los Castillarejos, gastando las últimas fuerzas por la senda que sube al collado, donde hubo alguna propuesta de abandonar. Pero la ruta es la ruta, y el track está para lo que está. Así que en vez de dejarnos caer a Yecla, tomamos la senda por la derecha que sube, sube, baja, vuelve a subir y definitivamente termina por bajar en un interesante, bonito y duro recorrido que puso punto final a una ruta de la máxima calidad que reúne todo lo que en una salida de Las Liebres se puede esperar.
Al final, con la variante de Marcos, la cosa quedó con 65 km y 1300 metros y 750 cm³. Una buena celebración para un día tan singular.
Tras el almuerzo, la charla, las vistas y la foto empieza la bajada por donde mismo se sube. Toca ahora esquivar las piedras sueltas y controlar la velocidad. Y repitiendo unos metros de la ida nos dirigimos a la Cingla. Su magnífica senda, a mí, me gusta en ambos sentidos por igual. Pero está claro que en subida como hoy, es una pelea continua que te va minando las fuerzas, más de lo que pueda parecer.
Siendo tiempo de caza, la ruta evita su continuación natural: las sendas de los Picarios dejan paso al camino del mismo nombre. El grupo acelera en la suave subida hasta el punto de convertirla en un calvario para los que vamos detrás. Y por una vez en la vida, y sin que sirva de precedente, disfrutamos la suave y rápida bajada del camino de las canteras en dirección a Yecla antes de iniciar la parte final de la ruta.
Estando tan cerca de la "pila del agua bendita" las liebres huelen la cerveza y se produce una desbandada general. De toda la tropa que sale en la foto, y algunos que faltan, solo seis giramos a derecha y nos mentemos a sendear por el Monte de los Algezares: el Colorao. Un entretenido y errático paseo por un laberinto del que es difícil salir sin un buen guía pero que, en un rato, conseguimos desenredar.
Para terminar, nos dirigimos a los Castillarejos, gastando las últimas fuerzas por la senda que sube al collado, donde hubo alguna propuesta de abandonar. Pero la ruta es la ruta, y el track está para lo que está. Así que en vez de dejarnos caer a Yecla, tomamos la senda por la derecha que sube, sube, baja, vuelve a subir y definitivamente termina por bajar en un interesante, bonito y duro recorrido que puso punto final a una ruta de la máxima calidad que reúne todo lo que en una salida de Las Liebres se puede esperar.
Al final, con la variante de Marcos, la cosa quedó con 65 km y 1300 metros y 750 cm³. Una buena celebración para un día tan singular.
2 comentarios :
Muy buena cronika Chirlaque ' la ruta pa habernos matao, aunque algunos ya llegamos muertos.
Una salida dura, quizás fuera de temporada, aunque por lo que intuyo las Liebres solo van a tomarse como recuperación invernal, para preparar la próxima temporada, el día de las gachasmigas y el del almuerzo navideño.
Este recorrido no es de los que más me entusiasman (demasiadas sendas poco ciclables para mí), pero una vez descansado y repuesto del dolor de piernas, empezó a parecerme hasta divertido.
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