lunes, 27 de mayo de 2013

CON EL AGUA AL CUELLO

De Camarillas la Cenajo por el Mundo y el Segura.
Cuando este sábado de madrugada salíamos hacia Agramón, una espesa niebla ocultaba el Sol, que anduvo rezagado toda la mañana, apareciendo lo justo para propiciar una magnífica mañana primaveral en la que disfrutar de lo lindo sobre nuestras bicis.

A las siete y cuarenta, dudando cual sería el vestuario idóneo, iniciamos el pedaleo por la carretera A-14 en dirección a Las Minas.
En el km 2 dejamos el asfalto para tomar un camino a la izquierda que tras cruzar el Arroyo de Tobarra recorre la orilla izquierda del Río Mundo en un agradable paseo entre choperas.
Choperas en el margen derecho del río Mundo.
Tras una cadena tomamos una subida a la izquierda y atravesamos campos de cereal que nos conducen a un tramo desmantelado del ferrocarril. Transitamos, a ratos a pie y a ratos andando, por el balasto de la vía invadido por la maleza. Hasta llegar a un barranco donde seguro que alguna vez hubo un puente, pero que hoy es imposible de atravesar, y menos en bicicleta, por lo que dimos media vuelta y cruzamos las vías del tren por un paso elevado para adentrarnos en una sucesión de subidas, curvas y bajadas entre lomas repobladas de pinar que, tras diez kilómetros, nos llevaron de nuevo al ferrocarril. Cruzamos ahora bajo un puente y pronto llegamos a la Presa de Camarillas. Allí contemplamos el pantano y el inicio del estrecho de Almadenes, la impresionante cortada del río en la roca que bastó taponar con una obra de poca envergadura para crear el embalse.
El estrecho de Almadenes desde la presa de Camarillas.
Al salir del túnel de la presa empezar a contemplar la devastación que causó el fuego entre el uno y el siete de julio del 2012. Subimos por el camino asfaltado y cerrado al tráfico los 1200 metros que llevan al cruce con la A-14. Y como el asfalto no es lo que mejor le sienta nuestras gruesas cubiertas, tomamos el camino a la izquierda para bajar entre atochares hasta la vega próxima a las juntas del Mundo con el Segura. Parece que había algún cartel amenazante, pero, la verdad, con la velocidad del descenso no nos dio tiempo a leerlos. Quizás otro día con más calma…
El estrecho de Almadenes desde su salida.
El trazado del antiguo tren minero de Hellín nos lleva de nuevo a río y al otro extremo del estrecho de Almadenes, a 600 metros de la presa desde la que vimos su comienzo. Las fotos los dicen todo. Un lugar increíble y espectacular donde por desgracia la mano del hombre tiene demasiada presencia. Un recorrido colgado de las paredes rocosas nos adentra por el cañón y lo seguimos hasta donde el sentido común nos aconseja detenernos. Allí, mirando aguas arriba, es fácil imaginar la belleza y la singularidad de ese accidente geográfico único. Sin embargo, al volver la vista, el río parece una fiera salvaje domesticada y humillada en un circo ambulante. Acequias, azudes, canales, torres eléctricas, barandillas sin gracia, casetas almenadas y cobertizos de chapa compiten en fealdad entre ellos. Lo que sumado a las ingentes cantidades de basura que se acumulan por todos los rincones nos hacen renegar del género humano, o al menos a los humanos de ese género.
Volvemos sobre nuestras rodadas y atravesamos un pequeño túnel del antiguo ferrocarril que seguimos ahora hasta la población de Las Minas. Desde allí se divisan en la sierra los restos de la actividad de extracción de azufre en las minas que durante más de 500 años y hasta 1960 estuvieron en funcionamiento.
Infraestructura hidráulica en el estrecho de Almandenes.
Cruzaremos el río Segura por El Salmerón pasando de Albacete a Murcia. Allí, siendo las 10:25 saludamos a dos miembros del grupo ciclista “La Llave Grifa”, conocidos a través nuestros Blogs y el de 50 KM. Habían salido a la 1:00 de Albacete con dirección a Murcia, en un reto personal que se truncó por problemas físicos y mecánicos. Otra vez será, chavales. Tenéis toda la vida por delante.
Desde El Salmerón seguimos subiendo hacia la Cañada de Mobarque, solana de la Sierra de Cubillas y Collado de Buendía. Tierras todavía calcinadas por el incendio que tardarán en recobrar su esplendor. Alcanzamos la carretera del embalse del Cenajo a cuya presa nos dirigíamos. Divisamos a varias liebres carreteras entre un grupo de ciclistas de pelaje diverso paradas en la planta embotelladora abajo del camino, cuando a voces nos llamaban preguntando si teníamos un tronchacadenas. ¡Sonaba a broma pero era verdad! El Canuto había roto la cadena, no tenían herramienta e intentaban que unos cerrajeros que había allí trabajando les echasen un punto de soldadura. Ver para creer. En un grupo de unos quince paisanos, carreteros empedernidos la mayoría, con más años en la carretera que el toro de Osborne y más kilómetros en sus piernas que la Renfe, nadie llevaba un tronchacadenas; y tuvieron que llegar los liebres a repararles la avería, al menos lo suficiente para poder llegar a Hellín y entrar a un taller. Deberíais ir pensando en comprar, entre todos, una multiherramienta de esas con troncha, llaves y destornillador. Y para repartir el peso la podéis ir llevando cada semana uno, como se hacía en mi calle con el Corazón de Jesús cuando yo era pequeño. No penséis que los liebres van a estar siempre allí para socorreros. Aunque sabéis de sobra que podéis contar con nosotros cuantas veces sea necesario.
El embalse del Cenajo hasta arriba de agua.
A todo esto que llegamos a la presa y embalse del Cenajo. En la vida había visto un pantano así de lleno. Estaba “rasetico rasetico”, que dijo aquel cuando vio el mar. Además totalmente en calma, con lo que las montañas de alrededor se reflejaban en un espejo creando una imagen de postal.
Cuatro sin-cálculo en la presa del Cenajo.
Continuamos por la orilla derecha del río Segura que nos seguía ofreciendo unas magníficas estampas fluviales dignas de calendario. Paramos a reponer fuerzas y entramos a inspeccionar el río en la presa del Hondón, un azud que alimenta una gran acequia. Pasaba mucha agua. Demasiada para unas liebres de secano.
Orillas del Segura
Estábamos llegando al punto crucial de la ruta. Me explicaré. En nuestro recorrido hay dos alternativas para cruzar el Río Segura por el paraje del Hondón: por el puente o por el vado. Con el agua que bajaba, el vado parecía una temeridad, pero para llegar al puente había que salir del cauce, muy cuesta arriba y dar un rodeo de cinco kilómetros. Ya podéis suponer la decisión que tomamos los cuatro insensatos que nos dimos cita el sábado: a mojarse tocaba. Pepe Sánchez, experto conocedor de todo lo que tenga relación con la montaña y el aire libre, nos guió sin vacilar en nuestra travesía. Nos hizo subir unos metros por la orilla para cruzar en una diagonal favorable a la corriente y se adentró el primero con su bici en alto, para que no se mojara. ¿Recordáis las películas de guerra en las que los soldados cruzaban con el agua al cuello y el fusil en lo alto? Pues lo mismo pero con la bici. Ya no había marcha atrás y me metí al río imitando a nuestro guía. No me preguntéis si el agua estaba muy fría. No lo sé. Esa era en ese momento la menor de mis preocupaciones. Tampoco sé quién me siguió en el intento porque bastante tenía con mantener el equilibrio en una corriente más fuerte según llegaba al medio del río. Por momentos sentía que flotaba y que el agua me arrastraba. Pero Pepe ya había llegado a la orilla, dejado su bici en tierra firme y volvía a echar una mano a los demás. Andrés, el menos corpulento de los cuatro, fue quien pasó el peor rato. Pero gracias a Pepe, una y mil veces, recordaremos el momento como una fuerte emoción y no como un percance. Para quien tenga intención de repetir la ruta, si la presa del Hondón no asoma del agua en todo su largo, que se abstenga de cruzar el vado aguas abajo si no va provisto de ancla.
Cruzando el Segura por el Hondón.
Ya en la otra orilla continuamos la ruta recorriendo la vega, de frutales y arrocera, hasta poco antes de llegar a la Ermita de Maeso, que como todos sabéis fue alcalde en Yecla. Para evitar el asfalto nos metimos otra vez por un bancal de avena sin percatarnos de que había una cadena. Recorrimos un interesante paraje junto a cortados blanquecinos que nos recordaron por primera vez que se acerca el verano y por fin llega el calor. Al salir de la zona encontramos otra cadena. Tomamos de nuevo la A-14 que volvemos a abandonar muy pronto para recorrer unas canteras que conforman un paisaje casi lunar que se asoma a la abundancia de las vegas del Segura y el Mundo.
Con tanta barrera y cadena en los caminos no terminamos nunca de saber en ningún momento si estábamos dentro o fuera de lo acotado. Tampoco nos importaba demasiado. Al fin y al cabo no se perjudica a nadie por cruzar un camino en mitad de un desierto. Por fin divisamos la cola del embalse de Camarillas y llegamos a su orilla derecha.
Llegando al embalse de Camarillas.
Esta parte de la ruta la realizamos siguiendo la huella del GPS porque la senda es más fácil imaginarla que dar con ella. El terreno es abrupto pero ciclable. Además es difícil perderse: basta con seguir el rastro de botes de cerveza y latas de sardinas que dejan algunos pescadores de orilla, para llegar al camino de salida. A medida que avanzamos el camino se vuelva más patente hasta convertirse en una pista escondida entre las choperas que crecen al amparo de las aguas del río Mundo a su llegada a Camarillas.
El río Mundo.
El final nos conduce de nuevo a la A-14 para recorrer el asfalto que nos separa de Agramón, donde nos espera la furgoneta a la sombra y las cervezas frías en el bar del pueblo.
Siendo fundamentalmente pistera y rodadora, la ruta es muy interesante y recomendable. Una salida en BTT conjuga el entorno con el recorrido en sí mismo. Y en este periplo, en torno a dos ríos y dos pantanos en el límite de Murcia y Albacete, la exuberancia del paisaje, a pesar incluso de la devastación del fuego, compensa las carencias de la ruta, que con alguna que otra senda para matar el gusanillo, sería de diez. Así que le vamos a poner un nueve, que también está muy bien. Mereció la pena el madrugón para conocer otro rincón tan impresionante como cercano y desconocido para la mayoría.
Todas las fotos, por cortesía de Andrés:

Track:
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4569184

Datos prácticos:
Distancia corregida: 72,5 km
04:30 h (En movimiento)
Desnivel acumulado: 1.043 m
Vel media (mov): 16,4 km/h
IBP: 94

3 comentarios :

ANDY dijo...

Andaba yo, luchando con la corriente, con dosis extra de equilibrio debido al porteo de la bici y con el agua por encima de donde un hombre empieza a ser hombre, cuando una mano me agarró con firmeza (Ufff!) e impidió que me dejase arrastrar por la corriente.

!Gracias Pepe!. Otros, una vez vadeado, no hubiesen vuelto al río a echar una mano a los demás.

Me cabe la duda de si fue el estrés de ese momento, o debido a una comida en mal estado del día siguiente, la causa de que se me abriesen los esfínteres y vaya con diarrea desde el lunes por la mañana.

Espero estar recuperado de "la experiencia" (y de los esfínteres) para la Vuelta al Término.

Anónimo dijo...

No podíamos dejar que a los mejores buscadores de rutas y cronistas de los liebres se los llevara el rio. Jajaja. Pepe Sánchez.

Unknown dijo...

Muy buenas compañeros, un placer haber conocido a algún miembro de este gran club, y un detallazo el pararse a saludar.