martes, 12 de marzo de 2013

THE CYCLING DEAD


A las 6:30 no son horas para que suene el despertador un domingo. Salvo que medie causa muy justificada y éste la hubo. El 10 de marzo de 2013 se celebraba, tras un paréntesis de un año, La Inmortal de Caudete, una marcha en bici de montaña con más antigüedad y prestigio que el propio Circuito de la Diputación de Albacete.

Me desperté ya cansado. Empecé a pedalear por interminables cuestas, contra un recio viento y empujando la bici en tramos de sendas imposibles en uno de esos sueños, víspera de algo especial, que no te dejan pasar la noche tranquilo.

Siguiendo los consejos del que más sabe de esto, el Gran Pepe del Ramo, el desayuno fue a base de pasta, que a las 6:40 pasar muy bien, no pasaba. Pero había que engullirla, y a base de bebidas isotónicas. Con vino, francamente, se lleva mejor, pero ni las horas son de recibo, ni  la Guardia Civil iba a pasar por alto el olor a tintorro si me para en la rotonda de entrada a Caudete.

A las 7:30 llega Pepe Sánchez. Mientras tanto he tenido tiempo para estirar un poco y preparar las cosas, olvidándome de echar los bidones de agua. Suerte que mi sobrino Javi sí es una persona metódica y me ha prestado el bidón que lleva por si a su tío se le olvida. Gracias, campeón. Y ahora que caigo, no te lo he devuelto. Ya sabes que en el mundo hay dos especies de tontos: los que prestan cosas (a que sí, Óscar) y los que las devuelven. No te preocupes: yo soy también soy de la segunda especie.

El rito se repite una vez más. Pasamos a recoger el dorsal y volvemos al coche a preparar las bicis. Bridas y tijeras y en un momento todo dispuesto. De tanto en tanto intercambiamos saludos con compañeros, conocidos y otros miembros de esta familia lejana que componen los asiduos de las carreras.

En la línea de salida, hoy no se percibe el nerviosismo de otras veces. Nadie empuja ni mete la rueda para ganar posiciones. El recorrido que nos espera va a colocar a cada cual en su sitio en pocos kilómetros. Levantando la vista vemos los aerogeneradores erigidos en jueces de lo que después sucederá.
La salida se hizo neutralizada hasta las afueras de Caudete. Pero ninguno, al menos por mi segmento del pelotón, nos enteramos de eso hasta llegar al cartel indicativo del km 5, cuando nuestros cuentakilómetros ya iban por el 8. Llegados al Collado tomamos verdadera conciencia de lo que nos espera y son ya muy pocos los que se atreven a levantar la mirada de la rueda salvo para devolver el saludo a los aficionados y conocidos que nos jalean al vernos apretar los dientes en las rampas más duras. Hasta 48 molinos, estaciones de nuestro particular "via crucis", se suceden para llegar a la cima. Entre ellos, apostados los más fieles seguidores y seguidoras, animando a todo el que pasa y retratando a los conocidos. Y como no hay mal que cien años dure, llegamos a la Cruz de Hierro de Santa Bárbara a 1134  metros y seguido a la senda del Granillo, que bajo al ritmo de los de delante hasta que se abre y puedo soltar los frenos definitivamente, pero sin entusiasmarme demasiado, que el lunes hay que trabajar.

Volvemos por pista en suave subida y posterior descenso vertiginoso para tomar la ascensión al Cerro de los Chotos hasta la Subestación; un tramo también duro pero con un trazado y entorno mucho más agradable y llevadero que la pista por la que habíamos subido. Además el primer avituallamiento estaba al terminar la subida, con lo que podría comer algo y reponer agua. Error. Cuando llego estaban plegando el puesto, una mesa de camping, y no había nada de nada, así que volvimos a bajar por la pista de la primera subida, demasiado deprisa y con algún susto en la cerradísima curva a derechas en la que a más de uno se le amontonó la faena.

Y así de cómodo, esquivando ambulancias, vuelvo a Caudete para llanear un rato contra el viento hasta que un grupo me alcanza y me permite ir a rueda mientras reaparecen las cuestas en el camino que sube hacia las lomas de los Altos de Caudete. Aquí empiezo a notar que no voy todo lo alegre que me gustaría. No voy mal, pero es evidente que los veinte que me han pasado de golpe van mejor que yo. Alcanzo a dos o tres que han pagado cara su osadía, pero el resto se alejan de mi vista para siempre. Cuando el pedregoso camino se me ponía ya por montera, llega otro descenso por pista hasta entrar en la Rambla Honda. Las lluvias han dejado mucho barro y me llevo un susto serio intentando esquivar un charco; así que decido mantener la trayectoria venga lo que venga. Mejor llenarse de barro que tener una caída. Vamos, que me metí en todos los charcos de disfrutando como un gorrino. No me iba a faltar tiempo para sacudirme.

Llegando de nuevo al pueblo, recibo los ánimos de otro grupo de amigos. Y de verdad que se agradecen los gritos de aliento, porque alimentan la primera fuerza que nos mueve a terminar una prueba así: la fuerza de la voluntad.
Volvemos a encarar, entre senda y senda, repechos que desembocan en La Toconera. Qué diferencia este año del pasado. No pude superar montado el collado calizo que en el 2012 pasé sin poner el pie en el suelo, adelantando a nosecuantos. Será por mi nueva categoría (no es lo mismo máster 45 que 50), o por que era el km 41, pero cuando vi la peña desmonté y empujé la bici. Suerte que este año casi nadie me vio.

Muy pronto acaba lo bueno, y la siguiente subida, con un durísimo repecho de hormigón agota la resistencia de mis doloridas piernas y se me encienden todas las alarmas: noto que me sube un calambre de esos que dan para recargar el móvil, y echo pie a tierra para hacer el final de la subida a grandes zancadas para estirar los músculos que se contraen sin contra mi voluntad. Tomo el agua que me ofrece un chaval, y que espero que no llevase nada raro,  y hago la senda siguiente como puedo, no sin algún que otro sobresalto muscular. Pronto llego a la ermita de La Toconera, en la que, una vez más,  ya ha terminado la misa, pero donde me espera otro club de fans, Mónica, Carmen y Marina, que junto a otros más me jalean y aplauden, digo yo que por compasión, porque el espectáculo que estaba dando rayaba ya en lo lamentable. O al menos a mí, esa impresión me daba.
Llega la subida a la Piedra Agujereada; otra conocida. Voy temeroso de que se repitan los calambres, y como era de esperar, sucede lo peor. Me estiro y me retuerzo sobre los pedales pero tengo que hacer tramos a pie para estirar. Como algo y me adelanta medio pelotón. Llego al alto y me meto en la última senda de La Toconera. Tras el recorrido turístico por la zona, salimos en dirección a Yecla. En los dos primeros repechos, los más duros, me llegan los últimos calambres. Parece que el gel (o el agua milagrosa) hizo efecto y con las fuerzas ya muy escasas voy acercándome al enésimo collado para hacer la penúltima bajada del día. Otro accidente y otra ambulancia se cruzan en mi camino. Y por fin, llega el camino de La Dividilla. Me uno y me separo de varios grupos. Adelanto algunos puestos que pronto vuelvo a perder. Derrotados y exhaustos algunos preguntan ¿cuándo llega la bajada? Yo, temiéndome lo peor, les contesto que nunca. El año pasado cuando pensábamos que todo lo que quedaba era bajar a Caudete, llegó por sorpresa la subida final a la Casa del Estrecho y la senda que continúa. Cuando pasé el cruce del camino y vi que no nos habían desviado, no pude evitar los gritos de júbilo, porque este año no nos iban a dar la puntilla por sorpresa y si no tenía un percance, SÍ, iba a conseguir ser INMORTAL. Acabada la bajada, entramos de nuevo a la Rambla Honda para repetir un tramo anterior: otra vez las trampas de grava, la última subida por pista, y "los toboganes", para llegar a la meta a las 14:04, tras más de 5 horas subido en la bici. Agotado, pero satisfecho; con esa media sonrisa que se nos escapa al terminar rutas de esas que no se olvidan.
Tras el reencuentro con familia y amigos busco la ducha, y ya no queda agua caliente. Entro al catering y no solo se había acabado la mahou, sino que la cerveza que quedaba estaba caliente. Con más hambre que Carpanta, engullo un insípido bocatín de jamón de york que no me llena ni las caries. Acepto las patatas que me ofrece Pepe Sánchez y un puñado de pienso seco que me sirven en un vaso de plástico. Rebuscando entre los cartones encuentro un par de bocaditos saldos y al final, muy al final, aparecen unas tortas con tomate que alguien ha bautizado como pizzas. Pobre recompensa para tanto esfuerzo. Pero me queda la satisfacción de haber terminado La Inmortal. El orgullo de haber sido parte de la interminable columna de muertos vivientes que con pedaleo cansino y la mirada perdida recorría la Dividilla con la esperanza de que aquella fuese la última cuesta que nos quedase por subir ese día.

7 comentarios :

Anónimo dijo...

Gran crónica, Chirlaque debería ser nombrado CRONISTA OFICIAL DEL CLUB, jeje...

Alberto

J.R. Huesca dijo...

Enhorabuena primo, veo que además de buen ciclista, eres muy buen cronista
y sobre todo que vives cada minuto de la bici con gran intensidad.

saludos

jrp+q dijo...

Muy buena crónica ....

ANDY dijo...

¡Vaya paliza al cuerpo se gastan estas liebres Master 50! y todo ello sin perdonar, el día anterior, ni la salida en bici ni las cervezas. Lástima que algunas de las liebres ++jóvenes no hayamos podido (o no nos haya apetecido esta vez) compartir pedaladas y sufrimiento. Eso si, leyendo la crónica, nos animaremos para otras próximas ocasiones que están, como no, "a la vuelta de la esquina"

Francis dijo...

En pocas ocasiones me he sentido tan identificado con una crónica como la que a escrito nuestro amigo Chirlaque. Los que estamos siempre en el furgón de cola entendemos a la perfección el grado de sufrimiento y sacrificio que supone una jornada como la de ayer en Caudete. Pero también es cierto que sabemos apreciar como nadie el orgullo y la satisfacción de terminar una prueba tan exigente. Siempre se valora mas lo que con mas sacrificio se consigue. Me siento muy orgulloso de compartir amistad y rutas con gente con valores que yo mismo deseo para mi. FELICIDADES CAMPEONES.

Liebre Valiente dijo...

Enhorabuena Juan Ramón,si que es verdad de que hay gente que presta y gente que no devuelve,esta claro que tú eres de los que prestan y devuelven.Y lo de espectáculo lamentable nada y si no el que quiera al terreno.
Eres un maquina,sigue así.

MANU dijo...

Imagino perfectamente, tras leer tu excelente cronica, los sentimientos que fueron pasando por tu cabeza durante la carrera, al final lo mas importante ver la linea de meta y cruzarla, emocionante sentirse INMORTAL, FELICIDADES a todos....