LIEBRES Y FABES.
Parece que las tradiciones perdidas se
recuperan y se consolidan con el nuevo formato de turismo veraniego en familia;
aumentada ésta con la ebike y su exténder. 2024 ha traído la vuelta de Los
Liebres a tierras asturianas 10 años después de su travesía por el Parque NacionalUbiña-Las Mesas.
Estableciendo el centro de operaciones en
la aldea de Camango, del concejo de Ribadesella, hemos podido disfrutar las
excursiones en BTT más representativas de la zona. Compaginando en tres días de
ruta la indescriptible costa asturiana (hay que verla para entender lo que no se
puede contar con palabras), las inaccesibles (por duras y restringidas) cumbres
del Parque Nacional Picos de Europa, y el laberinto entretejido entre la
montaña litoral y el Mar Cantábrico a través de prados, aldeas, arroyos y
playas.
Las rampas de hormigón rayado se repiten a intervalos regulares. Conforme la pista gana altura nos situamos sobre las nubes que inundan el valle y se abren las espectaculares vistas del valle frente a los majestuosos macizos calcáreos. No nos podemos resistir al entorno y nos detenemos varias veces para guardar en la cámara lo que nos llena las retinas bajo la mirada atónita de las vacas y sus terneros, dueños y señores de toda la tierra que abarca la vista. Con permiso de águilas y buitres que nos sobrevuelan.
Se afronta el repecho más duro alcanzando la cota 1000, con pendientes del 23% con cierto tufillo a cable quemado. Repecho que termina en el mirador de Camba, donde damos cuenta de los tremendos bocadillos preparados por Paco Díaz casi de madrugada.
Al poco, el camino llega a los límites
del Parque Nacional de los Picos de Europa. Al principio la señalización es
dudosa (una bici con una raya verde parece invitar al pedaleo). Pero pronto
aparece la señal R-114, justo antes de entrar en la Majada de Belbín: un
idílico rincón antaño habitado por los pastores que subían a veranear con sus
vacas a esos prados, matando el tiempo libre elaborando el tradicional queso
Gamoneu, originario de estos mismos valles. Vacas y cabañas permanecen. De los
pastores solo pudimos ver a un joven apoyado en su cayado. No más de 13 años
tendría. Pero bien nos advirtió que si pisábamos la hierba, nos las veríamos
con los de verde. Y poco tardó en sobrevolarnos un par de veces el helicóptero
de la benemérita para comprobar si íbamos montados e empujando sin salirnos del
camino. Poca broma, también para los buitres espantados.
Pocos kilómetros más arriba, ya
confundidos en la turística multitud, divisamos el lago de La Ercina, llegando
al mirador del Príncipe de Asturias (que debería ser princesa ¿no?) donde los
buitres leonados que no huyeron despavoridos por el helicóptero de la Guardia
Civil hacían unas increíbles exhibiciones de vuelo sobre otro lugar idílico: el
Valle de Comeya, para deleite del abundante y boquiabierto público.
Iniciamos el descenso por el empinado y peligros asfalto, cruzándonos con muchos ciclistas de carretera, algunos en btt, autobuses, taxis y la mirada inquisidora de guardias malencarados. Para mí que los del helicóptero habían dado el cante y nos efectivos de tierra nos andaban buscando. Desde luego, las btt no son bienvenidas en los Lagos de Covadonga. No nos quedó ninguna duda.
Tras bajar las cuestas de la famosa Huesera, que antaño subiera en La Vuelta nuestro ilustre Pepe del Ramo, llegamos al Mirador de la Reina, destartalado y descuidado a más no poder, desde el que solo se veían las zarzas sin recortar por encima de la cabeza. Poco más abajo abandonamos el asfalto (y el Parque Nacional) por un camino ganadero que nos adentra en el solitario valle del río Umondi, que seguimos hasta la localidad de Intriago tras desistir del sendero que teníamos previsto y que resultó impracticable desde el inicio por lo que se tuvo que descartar.
Entre prados, huertos, caseríos y arroyos
volvemos al punto de partida por un divertido recorrido a la sombra del bosque
del que agradecimos su frescor, siendo casi las dos de un soleado día de
agosto.
40 km y 1500 m contabilizan los gps al
terminar. Insuficiente desgaste para la comida que nos esperaba en el Bar
Restaurante Casa Patri, en la aldea de Bovia de arriba: menú degustación de la
comida típica del pueblo, en un pequeño comedor para nosotros solos con vistas
al valle, y cocinado por el ama de la casa bajo la atenta supervisión de su
marido que ejerció de impecable anfitrión sin, por supuesto, tocar un solo
plato.
Miércoles,
21 de agosto. Bulnes. Sotres. (a pie).
Se levanta el miércoles lloviendo y
decidimos salir todos y todas de excursión a Bulnes. Exactamente la misma idea
que tuvieron otras 3000 personas esa mañana. Llegando a Poncebos, los servicios
de movilidad nos informan que la cola del funicular son tres horas y que no
queda hueco para dejar el coche en ningún lugar. Que nos demos la vuelta un
poco más adelante, en el único sitio posible. A todo esto había dejado de
llover y decidimos seguir en coche hasta Sotres pasando allí el día.
Hacemos tiempo antes de comer. El apetito
lo llevamos siempre puesto. Recorremos las calles de la aldea y visitamos un
mirador con esplendidas vistas en el representativo lugar conocido como Plaza
de la República. Volvemos al centro y entramos a comer. Fabes y un lechal al
horno autóctono francamente bueno.
Para este día nos reservamos el plato
fuerte de la semana: un recorrido circular visitando Ribadesella, la costa, la
sierra costera y las poblaciones entre ambas.
Temerosos de lo que nos pudiésemos
encontrar tras las lluvias del día anterior, salimos a buena hora y sin
almuerzo de nuestra casa en Camango. Cruzando la carretera y la vía del tren
pronto llegamos a la costa para recorrer los acantilados de El Infierno en
dirección a Ribadesella. Los abundantes charcos no nos impiden avanzar y
disfrutamos sucesivos tramos de caminos y senderos con el telón de fondo del
Cantábrico y el rugido de sus olas como sintonía. Disfrute solitario al
principio, al que se van añadiendo caminantes según nos acercamos a la ciudad.
La que alcanzamos tras descender a pie los últimos tramos, demasiado
resbaladizos, y, algunos, las escaleras que terminan de bajar a las calles del
pueblo.
Cruzamos la A8 y seguimos por los pueblos costeros: Celorio, Barro y Miembru, para llegar a la Playa de San Antolín, donde se inicia el sendero de la costa, a esta hora ya tomado por visitantes de todas las nacionalidades. Se alternan tramos de distinta dificultad descubriendo lugares increíbles como la playa de Gulpiyuri, punta y playa de Huelga, Cuevas del Mar, Gadamía y acantilados de Infiesto, este último segmento demasiado difícil y peligroso para andarlo en bici, pero de destacada belleza. Se puede evitar siguiendo el Camino de Santiago al abandonar Llames y ya no dejarlo hasta acabar la ruta.
Y siendo las cuatro de la tarde, llegamos
al punto de partida, con 82 km y 1600 m en las piernas, varios kilos de barro
en la bici y en el cuerpo y más hambre que Carpanta. Hambre que mitigó la
abundante ensalada con los sabrosos tomates del huerto de Patro y los chuletones
de vaca que compramos el primer día en el Alimerka.
Una ruta espectacular y una comida
tremenda. Sin duda, mereció la pena.
Mucho más tarde de lo debido tomamos los
coches en dirección a Sotres, de cuyo aparcamiento partiremos pasadas las 10:30.
El día se presenta despejado y hoy sí podremos disfrutar las vistas que las
nubes nos ocultaron dos días antes.
Habiendo subido dos días antes al Collado
de Pandébano, decidimos suprimirlo de la ruta prevista, ante a evidente falta
de tiempo que se nos iba a presentar al final. Así que una ven adentrados en la
pista forestal (esto es Parque Nacional y no hay otra alternativa), tomamos
dirección al Refugio de Aliva. Pista pedregosa y empinada que va descubriendo
el valle del río Duje. Según dejamos atrás Las Vegas del Toro de Sotres la
dificultad y la pendiente van creciendo hasta llegar al Hotel Refugio de Aliva,
donde daremos cuenta, casi sin apetito, de unos contundentes bocatas.
Continuamos la marcha entre la procesión
de veraneantes (en la que nos incluimos) que transita entre la estación
superior del Teleférico de Fuente De y el Refugio. Ordenadamente, sin salir de
la pista dejamos a un lado el Chalet Real, donde el bisabuelo de nuestro
preparado monarca estuvo a punto de perpetrar la extinción del rebeco en esos
valles, allá por 1912. En poco alcanzamos el collado de Juan Toribio para
seguir subiendo hasta los 1934 m de la Horcadina de Covarrobres, donde de nuevo
nos espera la Guardia Civil, aunque solo pudimos ver su coche.
Tras contemplar las increíbles vista: al
Sur, el frondoso valle de Espinana y Fuente De con el teleférico más largo de Europa
(753 m de desnivel, con 1450 m de cable, ya lo he mirado yo en la Wikipedia); al
Norte, las blanquecinas masas calizas de los Picos de Europa, rozando los 2500
m, volvemos por donde hemos venido para retornar a Sotres por el mismo camino,
excepción hecha de la visita a la Ermita de Nuestra Señora de Las Nieves,
donde, ni de lejos, llegamos a tiempo de oír misa.
Y siendo las cuatro de la tarde,
aparcamos las bicis en el lavadero de Sotres para devorar en Casa Cipriano unos
platos combinados, con patatas, huevos y ternera de la tierra. Nos lo habíamos
ganado, con los 52 km y 2100 m recorridos ese día.
1 comentario :
Que maravilla de relato J.Ramón, lo he disfrutado mucho más leyéndolo que si lo viera grabado. Unos días inolvidables por la compañía, la gastronomía y los caminos recorridos.
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